* Resistió a los distintos tipos de violencia y pudo soportar la brutalidad de su esposo, que hasta en ella misma despertó su instinto de sobrevivencia, hasta atreverse a combatirlo y tomar el valor de salir de una relación destructiva, su única ayuda fueron sus amigas.
Lidia López/Poza Rica
La violencia que recibía de manos de su propio esposo provocó que despertara su instinto de sobrevivencia, eso afectó a sus hijos y están aprendiendo a sanar las heridas gracias a la ayuda de las amigas de Eli, una mujer que rompió con el patrón de vida que desde su infancia prevalencia en el seno familiar.
Eli es una mujer que pertenece a una familia de seis hijos y lamentablemente perdió a su madre a temprana edad, había cumplido 39 años y tras dos uniones sentimentales, la violencia le acechaba hasta que la muerte de su séptimo hijo le advirtió la presencia de diabetes y cáncer que la consumieron de forma repentina, sin poder tener una alternativa para recuperarse.
Ante ese patrón de vida, Eli decidió emprender su camino y se casó a los 18 años con su primer novio. Desde esa etapa detectó que era un hombre posesivo pero creyó que el cambiaría cuando ya vivieran juntos. Lamentó que la violencia escaló todos los niveles y hasta la familia de su esposo participaba en los actos de barbarie contra su integridad.
Soportó 17 años de golpes, en los cuales dos ocasiones pudo perder la vida. Nadie, mi sus vecinos, intervinieron para salvarla. Solo dos menores de edad que ella ama tanto estaban junto a ella, llorando y creyendo que su madre ya estaba muerta.
Pero un día, Eli se armó de valor. Todo surgió cuando su agresor pretendió desquitarse con uno de sus hijos. Eso, provocó en ella el instinto de protección a uno de los amores de su vida y se animó a enfrentar a su esposo con violencia. Tomó un objeto pesado y su cerebro se programó para atacar con todas sus fuerzas, hasta estrellarlo en la cabeza del hombre y lograr derribarlo. Le dio miedo la escena y salió del hogar que se había resistido abandonar por no perder las comodidades materiales.
«Sentí el instinto por matar, ya era así como que un gatito que le aplastan la cola y reacciona. Si él llegaba y me agredía, me sacaba a la calle y me rompía todo. Al otro día era limpiar, y al siguiente día era de no pasa nada y yo pensando que la persona iba a cambiar, muchos años viví asi», dijo.
Eli recuerda que entre esos actos de violencia, su suegra también participó. Además de insultos, apoyó en la agresividad física de la cual fue víctima. Sin embargo, Eli elimina de su mente todo sentimiento de rechazo hacia esa otra mujer, porque también reconoce que de ella aprendió a trabajar y con ello tuvo las herramientas para emprender una nueva vida cuando decidió dejar ese hogar, dónde su suegra le decía: «ni modo, aguantate. Aquí tienes techo y comida, no vas a padecer».
Actualmente, Eli analiza las causas de la violencia en su esposo. Fue tratado con violencia en su hogar, sus hermanos sufrían del rigor de sus padres porque era parte de su disciplina, pero el fue el único que no recibía golpes porque su madre le consideraba un niño débil y decidió protegerlo. Sin embargo, al crecer decidió aplicarlo en su pareja.
Gracias a los consejos de sus amigas cercanas, Eli rompió con el patrón de violencia que le aquejaba desde su infancia. No pudo acudir con un psicólogo y solo con sus deseos de mejorar la calidad de vida secó sus lágrimas para enfrentar la vida.
En su experiencia con autoridades que tienen la responsabilidad de atender los casos de violencia de género, Eli dijo que acudió a la Fiscalía General del Estado de Veracruz (FGE) especializada en el ramo y el mismo personal se resistió a recibir la denuncia, hasta convencerla que no era necesario. Ante la niña respuesta, busco el Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y tampoco fue atendida, no recibió orientación y recibió como respuesta que su agresor actuaba con violencia en ella porque «le faltaba amor» y era una persona enferma que necesita atención que ella debía darle.
Para Eli, su experiencia de vida no tivo el acceso a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) cómo actualmente las generaciones de jóvenes que tienen mayor acceso a la información y la orientación sobre que hacer y dónde acudir, pero también que responder cuando te pretendan negar el derecho a recibir justicia.